Por CÁNDIDA FIGUEREO
Santo Domingo. Era una adolescente cuando leí por primera vez, en un pequeño pedazo de papel que llegó hasta mi, que «después de la tempestad viene la calma». Ese refrán que recibí entonces tiene alcance ilimitado.
El adagio en el papelito que recibí me lo pasó un compañero de la escuela intermedia llamado Chichi, pero no lo escribió él sino otro alumno de un grado superior de escolaridad dado a la lectura y la declamación, quien en la adultez alcanzó el rango de profesor meritorio en la más antigua y destacada universidad de la República Dominicana.
Conocida esa moraleja, cada vez que se anunciaba un fenómeno natural me consolaba pensando que «después de la tempestad viene la calma». (more…)