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sábado , 4 mayo , 2024

El asirio condenado a muerte por Sadam que redactó la Constitución de Irak

Bagdad, .- La oposición a la represiva dictadura de Sadam Husein le costó a Yonadam Kanna ser condenado a muerte en rebeldía. Pero esta lucha le fue reconocida tras la invasión estadounidense de 2003, cuando formó parte del comité que elaboró la nueva Constitución de Irak, en la que consiguió blindar los derechos de su etnia, los asirios, y de su religión, el cristianismo.

“Fui condenado a muerte en la época de Sadam por abogar por la democracia, por el cambio y la diversidad en Irak”, dice a EFE Kanna, que también hizo historia al convertirse en el primer parlamentario cristiano tras la caída del dictador. A sus 72 años, sigue luchando para expandir los derechos de los cristianos al frente del Movimiento Asirio Democrático.

Su lucha política consistió en hacer frente a las campañas de ‘arabización’ de Sadam, una limpieza étnica que llevó a cabo principalmente en el norte de Irak para erradicar comunidades enteras de kurdos, yazidíes, turcomanos o asirios, en las que fueron asesinadas, según varias estimaciones, entre 50.000 y 100.000 personas de diferentes minorías.

OPONERSE A SADAM
Kanna reconoce que durante la dictadura, los cristianos no eran reprimidos por el hecho de profesar una religión distinta del islam, es más, “había al menos uno o dos ministros de alto nivel”, como es el caso de Tariq Aziz, que ejerció de viceprimer ministro, ministro de Exteriores y además fue uno de los asesores más cercanos de Sadam Husein.

“No dependía de la religión de una persona, sino de cómo de leal le era”, asegura Kanna, que recuerda que el tirano no toleraba ningún tipo de disidencia ni el reconocimiento de ninguna etnia que no fuera la árabe. “En esos tiempos teníamos una gran presión por culpa de la dictadura y el proceso de arabización. No éramos libres de llevar a cabo nuestras actividades políticas ni de hablar nuestra lengua (el asirio), ni siquiera teníamos libertades sociales porque todo estaba bajo control. O ibas con el régimen o contra él”, asevera.

Al contrario que la mayoría de la clase política musulmana chií, Kanna no eligió el exilio para combatir la dictadura, un peligro constante por el que tres fundadores de su movimiento fueron ejecutados, veinte fueron condenados a cadena perpetua y otros 150 fueron arrestados y torturados por las fuerzas de Sadam.

Tras ser condenado a muerte en 1984, el asirio se refugió en una zona montañosa del norte de Irak y, desde allí, también participó en las revueltas de 1991 contra el dictador, en las que los grupos étnicos y religiosos contrarios a Sadam se sublevaron al ver debilitado el régimen tras la devastadora guerra con Irán y la invasión de Kuwait.

UN PAPEL CRUCIAL TRAS DURANTE LA INVASIÓN
La caída de Sadam Husein supuso el regreso de Kanna a Bagdad, donde fue elegido por la Autoridad Provisional de la Coalición -órgano creado por Estados Unidos para gobernar Irak tras la invasión- para representar a la comunidad cristiana en el llamado Consejo de Gobierno iraquí.

Asimismo, fue también elegido por los estadounidenses como miembro del comité que redactó la Constitución iraquí en 2004, en el que Kanna tuvo un rol central en la inclusión del segundo punto del Artículo II, que estipula la garantía de “los plenos derechos religiosos a la libertad de creencias y prácticas religiosas de todas las personas, como cristianos, yazidíes y sabeos”.

Sin embargo, 20 años después de la invasión, lamenta que la falta de planificación por parte de Estados Unidos sobre el proceso de transición democrática que vivió Irak, la violencia y la guerra sectaria que ensangrentó el país, supuso un duro golpe para la comunidad cristiana. Kanna calcula que más de medio millón de cristianos salieron de Irak tras la caída de Sadam Husein por la falta de seguridad y el surgimiento de milicias y grupos islamistas como Al Qaeda, mientras que las políticas sectarias de los sucesivos gobiernos posdictadura han apartado a un lado a las minorías.

“Irak aún está dividido en bases sectarias o étnicas, como los kurdos, los árabes, los suníes y los chiíes. Esto no fue a mejor después del cambio, mientras que también fuimos víctimas de Al Qaeda o del Estado Islámico”, lamenta Kanna.
Como resultado, asegura, ya solo quedan entre 200.000 y 500.000 cristianos en un país de casi 44 millones de habitantes.

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