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El mayor festival polinésico regresa a la Isla de Pascua tras la covid-19

Isla de Pascua (Chile), .- El festival de la Tapati, una de las competiciones culturales, deportivas y tradicionales más importantes de la Polinesia, regresó esta semana con todo su esplendor a la Isla de Pascua, tras tres años suspendido por la pandemia.
Siete días de folklore, unión, esfuerzo, baile y competencias deportivas ancestrales que se celebran desde hace más de medio siglo y que suelen concitar en torno a la cultura rapanui a otros pueblos de las islas polinesias y a turistas curiosos, en esta ultima edición menos numerosos debido a las restricciones que todavía perviven en la isla.

El mayor festival polinésico regresa a la Isla de Pascua tras la covid-19
Habitantes de Rapa Nui participan en una competencia de baile y de canto del festival Tapati, el 7 de febrero 2023, en la Isla de Pascua (Chile). EFE/Rafael Arancibia

Este pedazo de tierra en medio del océano Pacífico, a cinco horas de vuelo desde el territorio continental chileno, y en el que apenas viven unas 8.000 personas, se aisló en marzo de 2020 para evitar que la covid-19 se propagara por una isla que solo tiene un hospital precario. Y no volvió a abrirse hasta el pasado agosto, fecha en la que regresó el turismo, su principal actividad económica, aunque a cuentagotas.

Con la Tapati, un festival que se remonta a la década de 1950 y esta considerado el mayor de la Polinesia, trata ahora de recuperar parte de la normalidad perdida. «Tiene que ver con volver a las raíces. Son actividades que a través de la alegría y de estar contento favorece la pasión por una cultura y es increible porque es una actividad que convoca a la gente mayor, a la gente media y a los niños, a toda la sociedad, a hombres y mujeres en igualdad. Comparte una vivencia cultural increible con el mundo», explica el alcalde de la isla, Pedro Edmunds Paoa.

CÓDIGOS ANCESTRALES
Edmunds, cuyo abuelo fue uno de los impulsores del festival, subraya que más allá de la competición cultural y la pericia deportiva, la Tapati sirve igualmente para «garantizar la conservación de códigos que son importantísimos para la sustentabilidad de la cultura», códigos milenarios que permitieron al pueblo rapanui sortear el aislamiento pandémico.

«Códigos como el moah, que es el respeto, como el oromaih, el perdón y se recuerdan aquellos tiempos en que nuestros ancestro se mataron los unos a los otros y llegaron al extremo del canibalismo. Eso está vivo en nuestra historia, no hace mucho, hace 200 años», cuando la isla fue escenario de una cruenta guerra civil entre los clanes del norte y del sur.

Un conflicto tribal que redujo la población de 25.000 habitantes a apenas 111 en 1885 -28 de ellos mujeres- y casi acaba con la cultura rapanui «Cuando nosotros decidimos en marzo de 2020 que la isla se cerraba para no poner en riesgo a nuestra gente mayor, que es la base de nuestra cultura, traer los códigos al frente fue muy necesario y por eso aplicamos el tapu, la prohibición momentánea. Es el momento del año en el que tenemos esa resilencia cultural» y con ella «nuestro ancestros pudieron sustentarse, pudieron sobrevivir», agregó.

«Eso nos llevó a poner en riego nuestra economía. Sin embargo, siendo una cultura milenaria que ha sobrevivido miles de años, están en nuestro ADN esos códigos, como el umana, compartir y así la sociedad se mantuvo unida y sustentada en una suerte de economía circular social», explicó.

BELLEZA, BAILE Y CARRERAS DE PLÁTANOS
El festival arrancó el pasado sábado y concluye este fin de semana tras siete días intensos en los que dos mujeres han explotado tanto su belleza como sus capacidades intelectuales y habilidades manuales en busca de la corona polinesia. Bailes tradicionales, recitación de poemas y relatos ancestrales en lengua rapanui, canciones, tatuajes y competencias de fuerza y habilidad como la Akavenga, una carrera en la que las participantes llevan en equilibro un manojo de plátanos que pesa en torno los diez kilos son las pruebas que los participantes deben superar.

«Una trabaja un año completo para poder llegar a esta festividad. La misma familia confecciona cada traje de la gente que les acompaña en el escenario bailando. La confección, imagínate, de más de 300 trajes, es un trabajo que dura aproximadamente diez meses. Aparte también existen las competencias deportivas ancestrales y las culturales», explica a Efe Veri Teave, organizadora del festival.

Esto «hace que toda la comunidad se envuelva y se empape de nuestra cultura. No solamente la gente Rapa Nui, también de la comunidad que vive acá», agrega.
Uno de los momentos clave es el «Nar Inari, que es la farándula en donde se abre esta posibilidad de que los turistas que quieran también vivan en carne propia lo que nosotros sentimos como Rapa Nui y lo orgullosos que estamos de mantener nuestra cultura a flote», agrega.

Una opción que este año, el primero pospandemia, han disfrutado solo unos pocos privilegiados: aún temerosa y decidida a cambiar el modelo de turismo masivo, que explotó hasta marzo de 2020, la isla todavía mantiene restringido el acceso.
De 8 vuelos y 2.400 visitantes diarios, ha reducido la frecuencia a 3 vuelos semanales, con prioridad para los habitantes de una isla que busca repensarse para no cambiar y preservar su mágica esencia.
Rafael Arancibia

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