Santiago de Chile, (EFE).- La ultraderecha chilena, que ha tenido un peso crucial en la redacción del nuevo proyecto de Constitución que se votará el domingo, comparte con otros movimientos ultra su defensa del neoliberalismo y los valores tradicionales, pero se distancia del histrionismo de líderes como el argentino Javier Milei o el estadounidense Donald Trump.
El ultraderechista Partido Republicano fue la gran sorpresa en las elecciones constituyentes del pasado mayo al hacerse con 22 de los 50 escaños del órgano que elaboró el texto, frente a los 17 de la izquierda gobernante y los 11 de la derecha tradicional.
Esa mayoría le dio poder de veto a cualquier norma durante el proceso y, tras aliarse con la derecha tradicional de Chile Vamos, le confirieron una impronta conservadora a la propuesta que busca reemplazar a la actual Carta Magna, vigente desde la dictadura militar (1973-1990) y enmendada en democracia.
Con los ojos puestos en el fulgurante ascenso de Milei, desde el domingo nuevo presidente de Argentina, los republicanos buscan en el sprint final de campaña revertir las encuestas, que vaticinan un rechazo de la ciudadanía a su proyecto constitucional.
Estilo más contenido
Fundado en 2019 por José Antonio Kast, el partido propugna la mano dura contra la delincuencia y la migración, se opone de manera férrea al matrimonio gay y al aborto, defiende el libre mercado y los recortes impositivos y reivindica la familia y la patria como núcleos centrales.
«Su proyecto para Chile es el de una sociedad tradicional, con roles de género, con un Estado mínimo y con una postura anti-ONU y antimigración», explica a EFE Julieta Suárez-Cao, de la Universidad Católica.
Su crecimiento, agrega, «se da al alero de los cambios socioculturales que han ido sucediéndose en Chile, al igual que ocurre con los partidos ultra en Europa, pero es diferente a Argentina, donde el auge está determinado por la crisis económica».
El Partido Republicano integra el Foro de Madrid, organización que reúne a la ultraderecha iberoamericana lanzada en 2020 por el líder de VOX (España), Santiago Abascal.
Sin embargo, los republicanos chilenos mantiene algunas diferencias con sus compañeros de foro, como el perfil de su líder y las formas más contenidas empleadas en el debate público.
«Kast tiene menos carisma y proviene de una tradición de militancia política y no del mundo de los negocios o el espectáculo como otros líderes», apunta a EFE Claudio Fuentes, de la Universidad Diego Portales.
Abogado de 57 años, ferviente católico y padre de nueve hijos, Kast es un viejo conocido en política: fue diputado durante 16 años, militante durante dos décadas en la conservadora Unión Demócrata Independiente (UDI) y candidato en dos elecciones presidenciales.
En las de 2021, desbancó a la derecha tradicional por primera vez en la historia y perdió en el balotaje frente al presidente, Gabriel Boric.
«El Partido Republicano no tiene el estilo disruptivo de Trump, Bolsonaro o Milei. Por eso, me parece factible que en un futuro aparezca una ultraderecha con un estilo mucho más confrontacional, mucho más políticamente incorrecto y desafiante», asegura a EFE Rodrigo Pérez de Arce, del Instituto de Estudios de la Sociedad.
De hecho, un grupo de militantes -entre ellos figuras más vociferantes como el senador Rojo Edwards- denunciaron la semana pasada que los republicanos de Kast «se vendieron» a la izquierda durante el proceso constituyente y anunciaron la creación de un nuevo movimiento «libertario, republicano y de defensa de la chilenidad».
La paradoja de los republicanos
La gran paradoja que rodea al Partido Republicano es que, siendo los principales opositores al cambio constitucional, se convirtieron en los líderes de este segundo proceso, que arrancó tras el contundente rechazo en septiembre de 2022 a un proyecto escrito por una convención izquierdista que proponía una transformación radical de la institucionalidad.
«No solamente defienden la Constitución vigente, sino que fueron muy opositores al proceso en sí. Eso nos muestra que estas ultraderechas son capaces de capitalizar el descontento social», señala Pérez de Arce.
Tanto los republicanos como la derecha tradicional defienden que la propuesta a plebiscitar es mejor que la actual Carta Magna y que su aprobación pondrá fin a los cuatro años de incertidumbre institucional que provocó el estallido social de 2019.
La izquierda y gran parte del centro, en cambio, la califican de «dogmática» y aseguran que supone «retrocesos» en derechos sociales porque profundiza el modelo neoliberal del régimen de Augusto Pinochet.
Claudia Heiss, de la Universidad de Chile, cree que los republicanos se juegan mucho el domingo y que un triunfo de su opción «los mostraría capaces de canalizar la voluntad de la ciudadanía y representarla».
«Los catapultaría como un posible sector hegemónico en la derecha y sería un gran espaldarazo para su proyecto político, que es muy nuevo», añade a EFE.