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Serge Haroche pide evitar las falsas promesas sobre los ordenadores cuánticos

Buenos Aires, .- Los ordenadores cuánticos son artefactos fascinantes. Basados en la conexión de múltiples «bits cuánticos» o «cúbits», estas máquinas ultrarrápidas superarían ampliamente las capacidades de los ordenadores convencionales, una realidad que, hoy por hoy, todavía está muy lejos de materializarse.
«Esto es muy difícil de lograr y hay muchísimos desafíos por resolver. Es un campo muy activo de investigación, pero creo que es peligroso sobrevender lo que estamos haciendo o hacer falsas promesas», sentencia el científico francés Serge Haroche, quien viajó hasta Buenos Aires para participar en la Semana de la Ciencia.
En una entrevista con EFE, el Premio Nobel de Física se muestra prudente al conversar sobre los recientes avances en computación cuántica, al tiempo que reivindica el rol de las ciencias básicas en el desarrollo de dispositivos capaces de «revolucionar» las vidas de las personas.
UNA REALIDAD DISTANTE
En 2012, la Academia Sueca galardonó a Haroche (Casablanca, 1944) y al estadounidense David J. Wineland (Wisconsin, 1944) por impulsar «métodos experimentales innovadores que permiten la medición y manipulación de sistemas cuánticos individuales», unos hallazgos que animaron la construcción de los futuros ordenadores cuánticos.
Al contrario que los ordenadores comunes, que emplean ceros y unos (bits) en sus operaciones, los ordenadores cuánticos funcionan con «cúbits», caracterizados por presentar infinidad de estados superpuestos: en lugar de tener un valor predefinido, un cúbit puede ser un cero, un uno o cualquier proporción de estos dos números (80 % de cero y 20 % de uno, por ejemplo).
La utilización de estos «cúbits», que pueden ser fotones, iones atrapados o átomos, abre un universo de posibilidades para la transmisión y el almacenamiento de información, aunque lo cierto es que su puesta en marcha «llevará muchos años» de investigación, explica Haroche, para quien el propio término de ordenador cuántico resulta algo «genérico».
«Serán sistemas que usarán física cuántica en el nivel de un solo átomo o en un sistema artificial con muchos átomos, pero necesitas millones de ellos emparejándose juntos y evitando cualquier tipo de perturbación para funcionar», recalca el nobel francés.
Los ordenadores cuánticos, si es que existen algún día, serán «máquinas muy grandes trabajando a una temperatura muy baja», cercana al cero absoluto (273 grados bajo cero), y tendrán funciones muy específicas, por lo que no sustituirán a los ordenadores que usamos en nuestra vida cotidiana.
«Serán dispositivos muy especializados, para investigación científica, a menos que algo nuevo ocurra y de forma impredecible se abra camino», asegura Haroche, agregando que los anuncios de empresas como Google o IBM, que afirman haber logrado la «supremacía cuántica», no son más que «muchísimo marketing».
ELOGIO DE LA CIENCIA BÁSICA
En cualquier caso, la investigación en torno a los ordenadores cuánticos está teniendo resultados prometedores en campos como la comunicación, la metrología o la simulación cuántica, con aplicaciones interesantes para la navegación, la detección temprana de terremotos o la prevención de futuros espionajes, según Haroche.
«Hay que recordar que la ciencia es, por definición, impredecible. Muchas veces no conoces exactamente qué es lo que encontrarás. Eso es lo que hace a la ciencia bella y emocionante», afirma el nobel, que defiende el papel fundamental que jugaron las «ciencias básicas» en la invención de tecnologías tan habituales como el láser.
«Todos los científicos sabemos que no puedes tener aplicaciones e instrumentos sin el trasfondo de la investigación básica. Todos los dispositivos que han revolucionado nuestras vidas, especialmente desde el inicio del siglo XX, vienen de la ciencia básica», indica sobre una disciplina que persigue el saber por el saber, sin un objetivo marcado.
Durante su exposición, Haroche subraya la importancia de que exista una «simbiosis» real entre las ciencias aplicadas y las ciencias básicas, puesto que las segundas, en muchas ocasiones, son ninguneadas por los dirigentes políticos, quienes las consideran como una «curiosidad» o un simple «lujo».
«Tenemos muchos temas que resolver ahora mismo y son problemas a largo plazo, pero en las democracias los políticos se enfocan en el corto plazo, en la agenda de las elecciones… Realmente esto es muy malo, sobre todo en la cuestión climática, que está claro que no estamos en el camino correcto», lamenta Haroche.
La ciencia es «absolutamente necesaria» para enfrentar los problemas del mundo actual, sí, pero tampoco es suficiente: en opinión de Haroche, el foco debería estar puesto en «aunar ciencia y educación», ya que parte de los problemas de la ciencia, tanto en Francia como en otros países, está en que «el nivel educativo está bajando».
«Mi impresión es que un buen profesor es tan necesario o más importante que un buen ingeniero, pero en términos de salario y estatus social está muy por debajo. Mientras los gobiernos no entiendan esto, habrá grandes problemas», concluye el nobel.
Javier Castro Bugarín

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