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domingo , 5 mayo , 2024

Sobre el costo del protagonismo histórico en RD

Por Juan Cruz Triffolio

Santo Domingo. Independientemente de la connotación histórica, la trascendencia de la hazaña realizada o pura y sencillamente, el grado de sacrificio o heroicidad que envuelve el accionar, lo cierto es que, en la República Dominicana, por solo poner un ejemplo, la recompensa material que implica para algunos de nuestros prohombres y mártires ha sido extraordinariamente significativa.

En casos diferentes, tal vez en la mayoría, en contraste, también vale reconocer que el pago por asumir roles protagónicos reseñados en los legados del patriotismo nacional, se ha expresado con una ingratitud y olvido que luce no tener límites.

Ya lo asegura la máxima popular cuando de manera puntual y categórica advierte que “en este mundo de Dios, nada es verdad, nada es mentira, todo depende el color del cristal con que se mira”.

No obstante, en esta ocasión, sin ánimo de asumir el papel de juez y  mucho menos, de verdugo inquisidor, insisto en hacer referencia al alto costo que, desde hace un considerable tiempo, paga la nación dominicana a algunos de sus familiares o allegados, por la supuesta o real inmolación de varios de sus proles, hombres y mujeres, considerados ejemplos de decoro, dignidad y patriotismo nacional.

Al parecer, se trata de una práctica singular que con el paso inexorable de los años asume mayor dimensión y cuantía, cuyos orígenes lucen perderse en las brumas del tiempo,

Es así como, en varias de las incontables narraciones del capcioso y aguerrido presidente de la República Dominicana, General Ulises Heureaux, mejor conocido como Lilís, se registran aseveraciones que, tanto por el estilo como por su picardía, dejan al desnudo la connotación que el avezado gobernante acuñaba al ejercicio de “paga a los servicios a favor de la patria”.

Como muestra procedo a presentar un botón.

Cuenta el autor de la interesante obra “Santiago de los Caballeros, Apuntes Inéditos de Nicanor Jiménez”, Editorial Letra Gráfica, publicada en el año 2008, que cada vez que el General Heureaux visitaba a la Ciudad Hidalga de los 30 Caballeros, en el corazón de la fértil región del Cibao, disfrutaba merodear por sus calles y especialmente por los barrios.

Destaca que, en una oportunidad, el mencionado hombre de armas llegó a la talabartería de su amigo don Emilio Cordero, situada en la intersección de las calles El Sol y Unión de la pujante demarcación cibaeña.

Allí, después de intercambiar impresiones, la conversación entre ambos ciudadanos llegó a girar en torno a la ocupación española.

Fue así como de pronto, don Emilio reaccionó afirmando que dicha ocupación “había sido fatal para los dominicanos”, lo que motivó que el General Lilís, rápidamente, le contestara:

-“Don Emilio, desengáñese, los españoles lo único malo que hicieron en Santo Domingo fue fusilar a Pedro Ignacio Espaillat”.

No conforme con lo antes expresado, el mandatario y militar Heureaux resaltó a viva voz:

-“Sus hijos creen que por ese fusilamiento la Republica es de ellos”.

Puntualiza Nicanor Jiménez, en su reducida pero sustanciosa obra sobre El Primer Santiago de América  q  ue el máximo mandatario de la nación, Ulises Heureaux, en procura de ser más convincente  en sus aseveraciones, sacó una libreta del bolsillo y la entregó a don Emilio diciéndole:

-“Vea lo que cuesta a la República el fusilamiento de Pedro Ignacio Espaillat”.

Ha de imaginarse el lector que para entonces, la inversión como recompensa al tributo a la patria, tal como ocurre en actualidad con varias figuras relevantes en la historia nacional, sobretodo contemporánea, además de cuantiosa, era exorbitante.

Sin caer en el exceso, quizás resulte pertinente reconocer que con su pormenorizada y explícita retórica el relevante militar y político en cuestión, tiende a coincidir, tal vez sin proponérselo, con la máxima martiana que evoca al aguerrido antillano, el apóstol José Martí, cuando en una sus elocuentes y convincentes exposiciones invita a siempre tener presente que: “La Patria es ara pero no pedestal”.

La reducida narración verbalizada por Heureaux no es más que una valiosa advertencia a no olvidar que el sacrificio, el amor y el servicio a favor de la tierra que nos sirve de cuna no implica como recompensa, necesariamente, un pago monetario o material, tal como suele ser exigido, tradicionalmente, por descendientes inescrupulosos para atesorar riquezas y  alcanzar reconocimiento social, a costa de la sangre decorosa y el irresistible dolor que conlleva la defensa de las libertades públicas y la vigencia de la auténtica democracia.

En pocas palabras, hoy como ayer, basta de tanto oportunismo y parasitismo, teniendo como plataforma de sustentación a nuestros paradigmáticos prohombres y heroínas, dignos de loor, respeto y emulación por y para siempre.

Es  hora de bajar el telón en este inadmisible escenario de un cuestionable y  exasperante accionar que constantemente exige aquilatar  el inolvidable precepto del ilustre maestro vegano, Juan Bosch, que implora: “A la Patria no se le usa, se le sirve”.

Así, siempre, ha de ser…

Sociólogo – Comunicador Dominicano
[email protected]

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