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China da una segunda vida a sus infraestructuras de la política «cero covid»

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China da una segunda vida a sus infraestructuras de la política "cero covid"
Una mujer pasa frente a un antiguo sitio de prueba de COVID-19 en Pekín.) EFE/EPA/MARK R. CRISTINO

Pekín, – Desde puestos de comida callejera a improvisados refugios invernales, las infraestructuras en las que se materializaba la dura política de «cero covid» de China viven en estos días un lavado de cara que pretende evitar que estos recintos que costaron millones acaben en el desguace.
China vivió durante tres largos años y hasta enero pasado una de las políticas antipandémicas más rígidas del mundo, sustentada en infraestructuras dedicadas a centros de confinamiento, hospitales de campaña y miles de casetas para pruebas de PCR que desaparecieron casi de la noche a la mañana.

Las PCR dejaron de ser obligatorias para entrar en espacios públicos, centros comerciales o restaurantes y las más de 30.000 cabinas que acumulaban urbes como Pekín, Shanghái (este) o Shenzhen (sur) según medios locales, se quedaron de repente sin razón de ser.

DE CABINAS PCR A COBIJOS INVERNALES
La pandemia desapareció del imaginario colectivo de un día para otro, y los remanentes físicos que podían recordarle a los ciudadanos otros tiempos tuvieron que evolucionar también improvisando nuevos usos. Todo para evitar que una fuerte inversión, que alcanzó el año pasado los 30.000 millones de yuanes (4.325 millones de dólares, 4.073 millones de euros) solo en la capital, según el diario hongkonés South China Morning Post, acabara en el desguace.

En varias urbanizaciones, los cubículos fueron readaptados para cambiar sus inquilinos. Si antes las ocupaban los «dabai» encargados de realizar las PCR, ahora lo hacen los guardias de seguridad que se resguardan del invierno capitalino. Además, las zonas habilitadas para que los ciudadanos realizaran, en ocasiones, colas de más de dos horas para hacerse una PCR, se han convertido en un área de recreación e interacción social frente al temor que suscitaban estos espacios hace apenas unos meses.

UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD
En la metrópolis de Shanghái, las cifras ofrecidas por los medios locales redujeron de 15.000 a apenas 1.000 el número de cabinas que seguían operando para su propósito original a los pocos días del 8 de enero. Si bien llegados a marzo la mayoría de estos vestigios de otra era han sido reubicados, algunos mantienen su emplazamiento original transformados en pequeñas clínicas que brindan consultas y dispensan medicamentos a modo de extensión de los centros de salud comunitario, o simples puntos de descanso para trabajadores.

En la ciudad oriental de Suzhou, las autoridades locales ofrecieron 30 de estos cubículos para que diferentes empresarios los conviertan en puestos de comida o productos como parte de un mercado con motivo del pasado Año Nuevo Lunar. Mientras, en la también oriental Hangzhou, sede de los próximos Juegos Asiáticos en septiembre, más de 170 cabinas se han transformado en mostradores turísticos de cara a un evento que fue pospuesto el año anterior por culpa de las restricciones impuestas.

También cabe la opción de invertir para dar una segunda vida a estos puestos comprando el excedente de existencias de los productores en plataformas de venta en línea como Taobao por 100 yuanes (14,4 dólares, 13,5 euros).

DE CONFINAMIENTO A OBSERVACIÓN PARA LA PRÓXIMA PANDEMIA
Si bien no eran tan visibles en las calles chinas como los puestos de PCR, que cobraron protagonismo esencialmente en el año 2022, otras infraestructuras que variaron irremediablemente su cometido fueron los denostados centros de confinamiento.

Estos lugares, usualmente una suma de bloques unitarios semejantes a contenedores, han pasado de acoger casos confirmados de covid o contactos cercanos de estos, a mutar en centros de observación o a recibir un lavado de imagen en previsión de nuevas crisis sanitarias. Pekín, sede de dos Juegos Olímpicos en los últimos 15 años, tiene experiencia en trabajar con legados, por lo que ya ha gestionado el futuro de algunos de estos mastodontes de otra era.

Uno de estos se puede encontrar en el distrito capitalino de Chaoyang, que está terminando de readaptar en un área de más de 15 hectáreas cientos de coloridos contenedores para acoger en un futuro a «infectados» de otra posible enfermedad aún por llegar. Los encargados del lugar aseguran que la experiencia de estos pacientes mejorará con respecto a los contagiados de covid que pasaron por allí, ya que ahora contarán con «televisiones propias en sus habitaciones» en un mundo conectado a Internet.

«Creo que está bien mantener estas cosas si son útiles y eliminarlas si son inútiles», aseguró a EFE un viandante en Pekín mientras observaba una de las últimas cabinas que sobreviven en las calles chinas.
Guillermo Benavides Moine

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