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Un oasis para empoderar a las mujeres de Yuba: Ellas son el futuro

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Un oasis para empoderar a las mujeres de Yuba: Ellas son el futuro
Marlene, monja salesiana que trabaja en la misión Don Bosco del barrio de Gumbo en Yuba, lo tiene claro: "Trabajamos con mujeres, ellas quieren aprender, ellas son el futuro de Sudán del Sur". Por ello lugares como este al lado de uno de los campos de desplazados más grande de la capital se han convertido en un "oasis" para protegerlas y promoverlas con proyectos dedicados. EFE/ Cristina Cabrejas

Yuba,.- Marlene, monja salesiana que trabaja en la misión Don Bosco del barrio de Gumbo en Yuba, lo tiene claro: «Trabajamos con mujeres, ellas quieren aprender, son el futuro de Sudán del Sur». Por eso lugares como éste, al lado de uno de los campos de desplazados más grande de la capital, se han convertido en un «oasis» para protegerlas y empoderarlas.
«Los jóvenes ahora han cambiado, pero los hombres de este país, se casan y ya no hacen nada. Todo lo hace la mujer», explica Marlene, ingeniera, en una pausa mientras intenta arreglar un problema con el agua que llega a la misión.

En la «Don Bosco» de Gumbo, en la periferia de Yuba, estas combativas salesianas gestionan un espacio dedicado sobre todo a las mujeres y niños del campo de desplazados internos que está a pocos metros y donde viven más de 10.000 personas, para lo que han puesto en marcha el proyecto «Women promotion» y darles un futuro.

Cientos de mujeres, un 80 por ciento desplazadas y el resto procedentes de las aldeas cercanas, llegan cada día para poder aprender en sus centros de formación profesional y en sus talleres de corte y confección, de cocina y de agricultura, donde además la cosecha ayuda a alimentar a sus familias.

Mientras, sus hijos pueden ir al colegio que también gestionan las salesianas y donde reciben una comida caliente. En un gran salón, un centenar de máquinas de coser, a pedales, pues aquí no hay electricidad, esperan cada día a estas mujeres para que puedan aprender el oficio y el pabellón de al lado está dedicado «catering», donde aprenden a elaborar una serie de productos que poder vender y donde también realizan sus propias harinas.

Una mujer lava botellas de plástico que mezcladas con el barro servirán para hacer construcciones económicas y resistentes y, sobre todo, explican, «a prueba de disparos» en un país que ha sufrido una trágica guerra civil y donde la violencia está a la orden del día.
Desde los campos de alrededor, como explica el misionero laico salesiano Fernando López Cabello, cerca de 300 mujeres acuden cada día a aprender a cultivar y además después pueden vender la cosecha, que se gestionan por una cooperativa siempre de mujeres.

«Trabajan muchísimo. Son ellas las que sacan las familias adelante, sin embargo, son las que enseguida abandonan el colegio porque se tienen que casar, quedan embarazadas o simplemente tienen que ayudar en casa», añade López Cabello, que revela que la media es de seis hijos por cada mujer.

Los objetivos principales del proyecto son contribuir a restaurar los derechos de las mujeres en Sudán del Sur fortaleciendo su resiliencia y su promoción, explica el misionero.
¿Por qué proyectos sólo para mujeres?. La respuesta es clara: «La mujer es el factor del cambio en esta sociedad y porque son a las que realmente les hace falta».

También el papa Francisco en su discurso de este sábado a los desplazados, dos millones internos y otros dos que huyeron a otros países, destacó que las madres, las mujeres son «la clave para transformar el país», por lo que rogó «a todos los habitantes de estas tierras que la mujer sea protegida, respetada, valorada y honrada. Si no, no habrá futuro».

En ese mismo acto, la vicerepresentante especial del secretario general de Naciones Unidas en Sudan del Sur, Sara Beysolw Nyanti, aseguró «si a las mujeres de Sudán del Sur se les da la oportunidad de evolucionar, de tener espacio para producir, Sudán del Sur se transformará. Las mujeres son la clave de la transformación y pueden guiar a las comunidades hacia un futuro mejor».

En los pasillos de la misión, con sonrisa tímida, se encuentra Josefine, de 15 años, una de esas chicas que para una parte de la sociedad del país no vale nada. Después de encontrarla atada a un árbol, consiguieron esconderla en este lugar y ahora puede seguir estudiando.
Cristina Cabrejas

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