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Róterdam, pese a la covid y los costes, celebra que «al fin llegó Eurovisión»

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Róterdam (Países Bajos).- Aunque en las calles falte el bullicio típico de «eurofans» y el retorno económico no vaya a ser el mismo para la ciudad, Róterdam y los Países Bajos en general celebran esta semana la llegada de Eurovisión después de quedarse con todo listo para su celebración el año pasado.

«¡Por fin llegó el festival!», coinciden todos los encuestados por Efe a las puertas del Ahoy Rotterdam mientras hacen cola para acceder a uno de los «shows» oficiales, muchos de ellos engalanados para una noche de fiesta con sus bufandas arcoíris, pelucas de todos los colores y banderas de los países que apoyan en la competición.

A diferencia de otras ediciones, sin embargo, esta vez se nota el predominio de los colores del país anfitrión (rojo, blanco y azul) por la falta de los turistas habituales que siguen al festival allá donde vaya, entre ellos muchos españoles, ya que hasta el último momento no se supo si por la situación de la pandemia podría haber público en las galas.

Pareciera que los holandeses vieran en Eurovisión una oportunidad para sacudirse del todo las severas restricciones que el país ha empezado a abandonar hace solo unos días, de ahí los grandes carteles que decoran la ciudad con el lema de esta edición, «Open Up» (Ábrete, en español).

El toque de queda, que estaba instalado a las 9 de la noche, desapareció no mucho antes que en España, a tiempo para la celebración de unas galas que arrancan precisamente a esa hora.

Desde este mismo miércoles se flexibilizarán otros aspectos: los restaurantes y bares podrán abrir hasta las 8 (aunque seguirá prohibido el consumo en el interior) y negocios como los gimnasios podrán reabrir tras meses con el candado echado.

A pesar de ello, la cifra de contagiados de Países Bajos sigue siendo alta. De hecho, la pasada semana fue un 2% mayor y se quedó cerca de los 5.400 nuevos casos, con 7,6 millones de dosis de la vacuna administradas (el Gobierno no da datos sobre personas con la pauta completa). En la región de Róterdam, el panorama es algo mejor: 227 casos en los últimos siete días, un 44% menor.

Como parte de la desescalada, el Gobierno holandés inició también una serie de experimentos llamados «Fieldlab Events», los cuales incluyen partidos de fútbol y conciertos y consisten en pruebas prácticas en la vida real para investigar cómo se pueden organizar eventos con una gran audiencia de manera segura en pandemia.

Como parte de esos ensayos, en el último momento se aprobó que los ensayos generales y las galas de Eurovisión tuviesen un aforo reducido de 3.500 personas por espectáculo, esto es, una quinta parte del total que cabe en el Ahoy Rotterdam.

La venta de localidades se priorizó sobre quienes habían adquirido una para 2020 y el grueso de las mismas quedó en manos de holandeses ante la falta de actividades paralelas a pie de calle y las restricciones para viajar desde algunos puntos (Reino Unido por ejemplo está exigiendo en algunos casos una justificación suficiente para volar a Países Bajos, en su lista ámbar por la covid-19).

No han llegado siquiera el mismo número de miembros en las delegaciones (limitadas a la mitad, 20 personas), ni periodistas (500, un tercio de lo habitual) y no cabe duda de que sin el habitual turista «eurofán», que hace que el precio de los alojamientos se dispare, el reporte económico para la sede no será el mismo.

A eso, además, hay que añadir los gastos dobles: un presupuesto de 15 millones de euros para 2020 de cuya cancelación no se hicieron cargo los seguros y otros 6,7 millones de euros para 2021, lo que no impidió que la decisión se tomara de manera unánime en el Ayuntamiento, quizá por tratarse de la región con el segundo puerto más importante del mundo tras Shanghái.

«No solo somos una ciudad de contenedores de transporte, sino también una ciudad de cultura, conexión y arquitectura», argumentó el alcalde de Róterdam, Ahmed Aboutaleb, que en la ceremonia inaugural del pasado domingo consideró el festival «una oportunidad única para la ciudad».

Así parecen verlo también sus ciudadanos. «No ha habido muchas críticas sobre los costes ni sobre nada. Todo el mundo parece contento por recibir al fin el festival», explica a Efe Peter Engelsmann, uno de los 3.500 afortunados que vieron «in situ» la semifinal de anoche, pues aunque la vida eurovisiva no sea la misma fuera, dentro el espectáculo sigue siendo igual de grande.

Por Javier Herrero/Imane Rachidi.

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