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Día de Nelson Mandela, 97 años después sigue el Apartheid y Racismo mundial

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Redacción Internacional.-Hoy hace 97 años nacía Nelson Mandela, el líder del  Apartheid. El 17 de junio de 1991 las tres cámaras de Diputados sudafricanos derogaban la última de las leyes sobre las que se sustentaba el entramado. Se terminaba así con toda una cadena de normas que comenzó en 1913 con el Black Land Act, por el que la población negra podía ser desposeída de sus tierras.

En los 80 años en los que se prohibió la mezcla de razas y se dividió el país entre blancos, mestizos, indios y negros. Los blancos acaparaban el poder político y económico. Los demás eran comparsas, las mulas de carga del Apartheid.

Después de 30 años, Sudáfrica vive mejor que entonces pero no tanto. Mandela escribió en su autobiografía, El largo camino hacia la libertad , que en su niñez tuvo poco contacto con personas blancas, y que casi todas estaban en puestos de mando, por lo que le parecían tan grandes como dioses, gente a la que había que tratar con una mezcla de miedo y respeto.

Sudáfrica tiene una distribución del ingreso entre los países africanos. La equidad en el acceso a la tierra tampoco ha cambiado, y más bien se mantiene la proporción de propiedades del siglo XX: 87% de la tierra sigue en manos de blancos.
Nelson Rolihlahla Mandela nació el 18 de julio de 1918 cerca de Qunu, en la entonces Transkei. Era el menor de los hijos del consejero del jefe del clan Thembu, de la etnia xhosa, pero se negó a dirigir dicha comunidad para poder estudiar Derecho. Entre sus paisanos, Mandela ha sido conocido desde siempre por el nombre de ‘Madiba’, un título honorífico otorgado a los ancianos de los Thembu.

Desde su juventud, Mandela dedicó su vida a la lucha contra el racismo. En 1944, dos años después de licenciarse en Derecho, fundó la Liga de la Juventud del Congreso Nacional Africano, junto a otros históricos dirigentes, como Oliver Tambo y Walter Sisulu.

Su lucha por la igualdad de la sociedad sudafricana se exacerbó con la llegada al poder en 1948 del Partido Nacional, que impuso un régimen de segregación racial, el ‘apartheid’, basado en ideas propugnadas por la Alemania nazi.

Desde principios de los años cincuenta, la Liga de la Juventud llevó a cabo diversos actos de desobediencia civil contra las leyes segregacionistas que prohibían las bodas mixtas, el voto a los negros y la convivencia de ambas razas en los mismos barrios, playas o aceras y legalizaba la discriminación salarial contra los negros y en 1952 fue apresado  en el contexto de una amplia redada del Gobierno, que ordenó el arresto de 8.000 disidentes.

Tras cumplir su condena, en 1955 Mandela reapareció con la publicación de la Carta de la Libertad en la que defendía la creación de un Estado multirracial, igualitario y democrático en Sudáfrica con la justa repartición de la riqueza.

Mientras aumentaban las movilizaciones contra las políticas segregacionistas, el Gobierno anunció en 1956 la creación de siete «Estados independientes» , que abarcaban al 8o% de la población negra, a la que se privaba, por ley, de la ciudadanía sudafricana.

El punto de inflexión de las protestas contra estos nuevos territorios se produjo en 1960 con la matanza de Sharpville, en la que 69 personas murieron por la represión de la Policía de una manifestación. En virtud del estado de emergencia aprobado por el Gobierno tras la matanza, las fuerzas de seguridad detuvieron a toda la cúpula del ANC, entre ellos, Mandela.

En estas circunstancias, ‘Madiba’ se convirtió en uno de los primeros activistas negros que defendieron la resistencia armada contra el ‘apartheid’, lo cual derivó en 1961 en la creación del brazo armado del ANC, Umkhonto we Sizwe. No obstante, Mandela no dejó de recordar en todo momento que la lucha armada debía ser siempre «la última alternativa». El partido opositor emprendió así una serie actos de sabotaje ante los escasos avances de las protestas pacíficas contra el ‘apartheid’.
En 1961, abandonó el país en secreto y recibió entrenamiento militar en Argelia, pero 17 meses más tarde regresó a Sudáfrica, donde fue detenido en agosto de 1962 y condenado a cinco años de cárcel por incitación a la violencia y por abandonar ilegalmente el país. Una vez en la cárcel, Mandela fue acusado en 1963 de los cargos de sabotaje y conspiración.

«He defendido el ideal de una sociedad democrática y libre en la que todas las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades», declaró en su alegato final ante el tribunal de Rivonia. «Éste es mi ideal y deseo vivir para alcanzarlo, pero, si es necesario, estoy dispuesto a morir por este ideal», añadió.

Fue uno de sus discursos más célebres de Mandela, tras el cual la sala se quedó varios minutos en silencio y varios asistentes comenzaron a llorar. En junio de 1964 fue declarado culpable, pero eludió la horca y fue condenado a cadena perpetua, pena que empezó a cumplir en la cárcel de Robben Island, en Ciudad del Cabo, donde permaneció  18 años.

Durante sus 27 años de presidio que incluyeron, en 1969, un intento de fuga organizado por el servicio secreto sudafricano que pretendía aprovechar su evasión para asesinarlo, Mandela sufrió unas duras condiciones carcelarias a causa de su condición de preso político y de un sistema penitenciario que mantenía la segregación racial también en las celdas. Pero en todo ese tiempo, Mandela se convirtió desde su prisión en el símbolo internacional de la lucha contra el ‘apartheid’.

Mientras la lucha armada se intensificaba, el Ejecutivo llevó a cabo nuevas detenciones y una amplía campaña de represión. En 1976, unas 500 personas murieron en Soweto durante una manifestación contra la decisión del Gobierno de obligar a los negros a estudiar en la lengua de los blancos y a asumir la cultura de esta minoría.

Las condenas internacionales no se hicieron esperar y diferentes gobiernos comenzaron a pedir la liberación de Mandela y Naciones Unidas aprobó diversas rondas de sanciones contra el régimen sudafricano.

Mandela rechazó la oferta, tras lo cual se inició una serie de reuniones entre Kobie Coetsee, ministro del Partido Nacional, y Mandela, que sentarían las bases para la transición a la democracia de Sudáfrica. El proceso comenzó en 1989 con la llegada a la Presidencia de Frederik Willem de Klerk, quien sucedió al racista confeso Pieter Willem Botha.
Con el nuevo presidente quien también pertenecía al Partido Nacional, comenzó un proceso democratizador cuyos primeros pasos fueron la derogación de las leyes segregacionistas, la legalización del ANC, la promulgación de una nueva Constitución y la livertad de los presos políticos negros, incluido Nelson Mandela, excarcelado el 11 de febrero de 1990, así como la formación de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, con la misión de investigar los crímenes cometidos por todas las partes enfrentadas durante el régimen del apartheid.

El proceso histórico alcanzó su culminación en las elecciones de 1994, que otorgaron al veterano líder la Presidencia del país. Mandela, que en 1993 había compartido con De Klerk el Premio Nobel de la Paz, gobernó en Sudáfrica entre mayo de ese año y junio de 1999. Durante sus cinco años de mandato, Mandela fue criticado por el carácter autoritario de su Presidencia y por no atajar la corrupción de diversos miembros del Gobierno pertenecientes al ANC, pero también contribuyó a unir a un país que llevaba décadas de enfrentamientos.

En 1997, Mandela cedió el liderazgo del ANC a Thabo Mbeki, como primer paso para la transferencia del poder a una nueva generación de políticos supuestamente más preparada para afrontar los retos económicos del país. En junio de 1999, Mbeki se convirtió en presidente de Sudáfrica.

Desde entonces, Nelson Mandela había dedicado su vida a luchar contra el sida en 2005 perdió a su único hijo varón a causa de esta enfermedad, a impulsar un grupo internacional de observadores formado por veteranas y prestigiosas figuras mundiales, incluidos varios premios Nobel de la Paz, como el ex presidente Jimmy Carter o el obisp Desmond Tutu, y a mostrar su apoyo expreso al líder del ANC y actual presidente del país, Jacob Zuma.

El líder sudafricano padeció durante sus últimos años diversos problemas respiratorios que le llevaron a pasar diversas estancias en el hospital. Mandela permaneció ingresado de junio a septiembre de 2013 por una infección pulmonar que ya llevó entonces a la familia a temer por su vida.

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