Escrito por: SEGUNDO IMBERT BRUGAL
Publicado en el Periódico Hoy.
(http://www.hoy.com.do/opiniones/2013/8/20/494946/Protestas-y-educacion)
Santo Domingo. El contraste entre las concurridas y patrióticas protestas desencadenadas por el contrato Barrick Gold, los riesgos al medio ambiente, la ausencia de servicios públicos, y el rechazo al nuevo embajador americano, con las despobladas e infrecuentes demostraciones que van surgiendo contra la corrupción y la impunidad, deben hacernos reflexionar.
Estamos presenciado un fenómeno de masa singular, de esos que hacen darles “vueltas al caco”, al decir de un buen amigo. Una contradicción en la indignación popular. Una antinomia que engendra innumerable especulaciones.
Atendiendo a las conclusiones de organismos internacionales, de economistas de aquí y de allá, de analistas independientes – y al aumento de la pobreza durante la última década – no pueden quedar dudas: los desastres del desgobierno y la corrupción son mayores que el de la suma del resto de nuestros males nacionales. Más indignantes y antipatrióticos. Crimen de lesa patria. Saturno devorando a sus hijos.
Si pensamos que los responsables del desfalco público son gente del patio, al alcance de la mano, lejos de ser inalcanzables comodines anti imperialistas; entes de carne y hueso a los que podemos gritarles de frente, y tocarlos – y si quisiésemos, llevarlos de la mano a los tribunales – y sin embargo, es escasa la población que sale a las calles a reclamarles responsabilidades y exigir castigo, concluimos que estamos frente a un enigma social. A los depredadores criollos se les maneja con mesura y cierta indiferencia.
“Miren allí a los que han vuelto el país una porquería inaugurando torres, comprándolo todo, y con más compañías de nombres raros que las que existen en Wall Street”. Luego de mirarlos, entre los presentes apenas se oye una tosecita delicada, como cuando estamos en el cine y no queremos molestar al del asiento vecino. Intrigante y frecuente escena…
Meses atrás, poco faltó para que linchásemos a los ejecutivos canadienses, sin embargo, seguíamos tomándonos la cerveza con los prevaricadores nuestros. Ahora seguimos bebiendo con ellos, y para colmo, pagamos con voraces impuestos la amortización del pillaje. ¿Es posible tanta candidez? Creo que sí.
El pueblo llano, la mayoría, se ocupa de la sobrevivencia, “se la busca”, atendiendo al estómago. La corrupción es para ellos un concepto abstracto, difuso, que todavía no relacionan con sus desgracias. De ahí que respondan masivamente a las tarjetas solidarias y a unos cuantos pesos. Gritan mucho por lo poco, y poco por lo mucho.
Si partimos de ese desconocimiento crónico que tiene el dominicano común sobre el origen de sus miserias, podríamos entender este fenómeno aparentemente incomprensible. La ignorancia, la pobreza y el clientelismo, constituyen el cóctel ideal para prevenir la rebelión y mantener intacto los vicios del poder. De ahí que resulte cuesta arriba creer que las mafias de poder quieran educar al pueblo.
Alfabetizarlo sí, que es otra cosa, pero educarlos no. La educación, que conlleva mucho más que un abecedario y recintos escolares, los pondría en peligro. Unas multitudes educadas intentarían quemarles el fundillo, protagonizando las protestas más grandes que jamás se hayan visto.