SANTO DOMINGO. El alcohol es una droga con licencia para su expendio. No estoy descubriendo la fórmula del agua tibia, pero ya era tiempo de que se regule su expendio.
Con la complicidad de las autoridades, hemos visto como se han instalado establecimientos para la venta de alcohol sin reparos. De esta manera, somos el único país del mundo que cuenta con lugares en los cuales usted compra un trago desde un vehículo en marcha, un colmado próximo a una universidad en una una estación de combustible.
Todo esto, reitero, con la complicidad de las mismas autoridades que hoy se dan cuenta que se les fue la «guagua», permitiendo todo este desorden. Ahora el Ministro del Interior, quien procura su nominación a la presidencia por el PLD avanza que procurarán una legislación para «controlar» el horario para la venta de alcohol en determinados establecimientos y poner «fin» a un caos se ha convertido como algo normal.
Si este tema se aborda con la seriedad debida tendrá mi apoyo. De alguna manera, eso contribuirá a la reducción considerable de la cantidad de jóvenes que a temprana edad se dejan seducir por el alcohol y otras drogas, llevando intranquilidad a sus familiares. Convirtiéndose en esclavos de drogas legales e ilegales, que en muchos casos los han inducido a la delincuencia.
Una nación organizada hace eso, pero aquí hay que tomar ese tipo de anuncios con pinzas, porque al final de la jornada estos temas siempre son politizados.
Aquí se vende alcohol como arroz y mucho de los resultados de su ingesta indiscriminada no se ven con el paso de los días, salvo uno que otros muertos o accidentados. En países organizados se protege a la población, existe un orden. Hay lugares en los que para vender alcohol es preciso tener una licencia, otros tienen que cerrar a la medianoche. Aquí ya hubo un intento, pero eso terminó en las manos de la discreción de los funcionarios para otorgar un permiso a determinados establecimientos.
