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Luego de 7 años en silencio los ingenios azucareros cubanos respiran de nuevo

La Habana.-Luego de permanecer en silencio por 7 años, al ingenio de este pueblo azucarero le han dado una nueva oportunidad de vida.

El azúcar fue la mayor exportación de Cuba hasta la década de 1990. Llegó a generar medio millón de empleos.

Pero con la desaparición del mercado de la Unión Soviética -su principal cliente- y la caída de los precios mundiales del azúcar, la industria se vino abajo.
Casi dos tercios de los ingenios de la isla cerraron sus puertas. Y en aquellos que permanecieron, la producción cayó en picada y la industria quedó virtualmente arruinada.
Tradición centenaria

Las chimeneas de Méjico sueltan humo de nuevo.

Méjico -en la provincia occidental de Matanzas, – es uno de los más de doce ingenios azucareros que gradualmente han sido recuperados. Cuba busca sacar provecho de un reciente aumento en los precios del azúcar y de la mejora de los rendimientos en sus cañaverales.

Ha habido un ingenio en Méjico desde 1832. Las barracas de piedra originales donde ubicaban a los esclavos todavía siguen de pie y han sido convertidas en vivienda de los trabajadores.

La reapertura ha creado unos 400 nuevos puestos de trabajo en el propio ingenio. Dieciséis cooperativas de agricultores están suministrando la caña.

Cuando los ingenios empezaron a cerrar en todo el país, muchos fueron reubicados a granjas colectivas. A otros se les pagó para que estudiaran y se entrenaran en otras actividades.

«Es evidente que la gente se vio afectada (con los cierres), sobre todo desde un punto de vista psicológico», acepta un portavoz de la empresa azucarera estatal Azcuba, Liobel Pérez.

«La cosecha no es tan buena como quisiéramos, pero el país necesita producir azúcar, y nosotros podemos ayudar. »

Jesús Pérez Collazo – Director de la fábrica

«Los ingenios representan años -siglos- de tradición, así que fue muy duro. Pero se tomaron medidas para ayudar».

No lejos de Méjico, las chimeneas del ingenio Sergio González aún siguen frías, unos 15 años después de que se apagaran.

La maleza y el óxido están por todas partes. En una pared hay aun quedan rastros de un descolorido lema que dice: «¡Revolución, Sí!».
Desafíos a la vista
En contraste, hay un nuevo rumor de actividad en Méjico.

En los campos cercanos, los trabajadores se apresuran a cortar la caña antes de que cambie el clima. Una nueva máquina cosechadora brasileña se desplaza, tragándose la caña a su paso.

Es una de las cuatro máquinas en las que Cuba invirtió para la reapertura del ingenio, mucho más eficientes que la envejecida alternativa de los tiempos soviéticos.

Ha habido algunos problemas con la reapertura.

El ingenio azucarero Méjico, en Matanzas, se remonta a 1832.

Las piezas de la nueva maquinaria llegaron tarde, los trabajadores son jóvenes e inexperimentados y la producción está por debajo de lo previsto. La alta gerencia ha dormido poco, bajo la presión de que todo salga bien.

Pero toda la comunidad desea que tenga éxito. Algunos jubilados están colaborando con el ingenio de forma gratuita, pasándole su experticia a una nueva y joven generación.

Y muchos trabajadores azucareros que se convirtieron en pequeños agricultores cuando la fábrica cerró, ya regresaron.

«A ellos les gusta el ingenio. Es una tradición aquí, más que nada. Y es un trabajo más seguro, justo al lado de sus hogares», explica el director de la fábrica, Jesús Pérez Collazo.

«Tenemos muchos desafíos. La cosecha no es tan buena como quisiéramos, pero el país necesita producir azúcar, y nosotros podemos ayudar», dice.

China compra 400.000 toneladas de azúcar de Cuba cada año y la producción ahora está en aumento.
Nueva vida

Cuba ha invertido en nueva maquinaria para impulsar la renovada industria azucarera.

Con los ingenios de nuevo en línea, el objetivo eventual es producir tres millones de toneladas por año, aunque las ineficiencias persistentes significan que la cosecha de este año estará muy por debajo de eso. «Una vez más el azúcar se está convirtiendo en uno de nuestros principales bienes de exportación y se reforzará en los próximos años», afirma el portavoz de Azcuba Liobel Pérez.

Pese a las dificultades, estas son palabras bien recibidas en Méjico.

Hacia el final del día, los hombres se reúnen en la plaza principal a observar el humo que sale de la fábrica y a discutir la cosecha.

Para algunos, como Joel, de 68 años, la reapertura lo hizo salir de su retiro.

«Necesito el dinero», dice sin rodeos. A US$35 al mes, su salario en el ingenio es más de tres veces su pensión.

Otros tienen una visión más amplia. «No había vida ni movimiento aquí sin el ingenio», comenta un hombre. «Este lugar era como un cementerio».

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