Leópolis (Ucrania), (EFE).- Los habitantes de la ciudad ucraniana de Jersón sufren nuevos ataques en el aniversario de la liberación de su ciudad de la ocupación rusa hace un año.
«Nos bombardean sin parar desde por la mañana. Así es como nos saludan en este día tan especial», dice a EFE por teléfono desde Jersón la psicóloga Emilia Jutkovska.
Jutkovska regresó a su ciudad de origen este verano, tras una prolongada ausencia provocada por la ocupación de esta ciudad al comienzo de la invasión.
Los ataques diarios, que se han intensificado en los últimos meses, han matado hasta el momento a 405 residentes, según las autoridades regionales.
Sin embargo, el peligro constante no le ha hecho cambiar de opinión acerca de quedarse.
«Es nuestro hogar, que estuvimos tanto tiempo construyendo. Es bueno estar por fin aquí», subraya.
Los residentes no permiten que los bombardeos empañen el ambiente festivo.
«La gente se abraza y llora, intercambiando fotos y vídeos tomados el día de la liberación», dice Jutkovska.
Fue hace un año cuando la ciudad, aislada del mundo entero por los rusos en retirada, vio entrar a los primeros soldados con insignias ucranianas.
Lo que siguió será para siempre uno de los días más memorables para miles de habitantes que inundaron las calles con banderas ucranianas, bailaron y abrazaron a los soldados.
«Lo que sentí entonces y siento hoy es felicidad. Una sensación de que podemos respirar libremente», dice a EFE Oksana Pogomi, diputada del consejo municipal.
Inmediatamente después de la liberación, Pogomi tenía planeado instalar grandes mesas en las calles para que los residentes celebraran juntos.
No obstante, los ataques rusos, que comenzaron casi de inmediato, lo hicieron imposible.
«Recientemente, los rusos han aumentado sus ataques tanto en cantidad como en calidad. Mientras que antes utilizaban sobre todo artillería y tanques, ahora emplean toda la gama de armas, siendo las bombas aéreas guiadas y los misiles las más temibles», explica.
No se sabe dónde van a aterrizar y toda la ciudad es un objetivo.
«Disparan a todas partes. Cada semana atacan una escuela o una guardería, una y otra vez», añade Jutkovska.
La ciudad se queda inquietantemente vacía antes de las tres de la tarde, cuando los rusos acostumbran a intensificar sus ataques. Las noches también suelen ser de insomnio, con ataques que comienzan justo antes de que los residentes se vayan a la cama.
«Es muy duro vivir constantemente en estas condiciones», dice Jutkovska, que coordina en Jersón el programa de apoyo a la salud mental «¿Cómo estás?» que impulsa Olena Zelenska, esposa del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
También es palpable la ansiedad por el destino de quienes permanecen en la parte de la región ocupada por Rusia, al otro lado del río Dniéper.
«Hoy lloramos de felicidad, pero también echamos mucho de menos a los de la orilla izquierda», dice Pogomi.
Califica de genocidio el trato recibido allí por los ucranianos por parte de Rusia y lo compara con el Holodomor, la hambruna provocada por el régimen estalinista que mató a millones de ucranianos en 1933.
Teme que el número real de víctimas de las inundaciones causadas por la destrucción el pasado verano de la presa de Kajovka, controlada por Rusia, pueda todavía resultar estremecedor.
Además de la falta de alimentos u otros servicios básicos, Pogomi también está preocupada por las numerosas cámaras de tortura que los rusos operan allí, al igual que hicieron en Jersón antes de que fuera retomada por el ejército ucraniano.
«Los que son patriotas son torturados o asesinados solo porque aman a Ucrania», subraya.
No obstante, la ciudad «respira», con la reapertura de algunas tiendas y cafeterías. Aunque muchas familias jóvenes con niños se han marchado, aproximadamente un tercio de la población sigue en la ciudad.
«Para que una ciudad esté viva, necesita gente. La gente es su sangre, su alma», explica Pogomi, que dirige un centro local de voluntarios civiles.
Según dijo, una tarea importante de los que quedan aquí es apoyar al ejército ucraniano en su empeño por liberar el resto de la región. Las tropas ucranianas han ido extendiendo gradualmente su posición al otro lado del río desde la ciudad.
«Nos liberaron de la jaula, así que ahora nuestro trabajo es ayudarles tanto como podamos», subraya Pogomi.