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Influencia del exilio Republicano Español en la Sociedad Dominicana

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Por Gil Carpio

Santo Domingo. La Guerra Civil Española que tuvo lugar entre 1936 a 1939, dejó más de un millón de muertos y cerca de 500,000 exiliados cruzando la frontera con Francia, representando para el gobierno francés un problema demográfico de grandes proporciones, pasando un gran número de ellos a campos de concentración y a albergues provisionales. Cerca de 200,000 regresaron a España luego de concluida la guerra civil, pero otros, cuando era inminente la ocupación de Francia por los nazis, re-emigraron hacia Europa del Este, otros hacia el Norte de África, y otros que embarcaron hacia Latinoamérica, siendo México el que mayor número acogió de este lado del Atlántico, con más de 20,000, luego le siguió nuestro país que recibió cerca de 4,000 (hay autores, dentro de los mismos exiliados, que a nuestro país llegaron casi 5,000 refugiados), aunque la mayoría de estos, por las condiciones hostiles del régimen de Trujillo, se reembarcaron o fueron expulsados del país entre los años 1945 y 1946, tomando como destino México, Chile, Venezuela, Argentina, Puerto Rico o Cuba.

A menudo se escucha decir que la causa por la que Trujillo se motivó a recibir exiliados europeos en nuestro país era la demográfica, blanquear la población dominicana o repoblar la frontera para contener la población haitiana que era mucho más numerosa que la nuestra, etc.; nada de eso tiene real base para darlo por cierto, el verdadero motivo lo veremos a continuación. En julio de 1938 se celebró en Evian-les Bains, rivera francesa del lago Lemán, una conferencia para tratar el creciente problema de los refugiados judíos del centro de Europa provocado por la expansión del nacismo. En dicha conferencia, el gobierno dominicano se ofreció a recibir en calidad de refugiados hasta 100,000 europeos, mostrándose ante el mundo como un gobierno humanista, dispuesto a colaborar desinteresadamente con los desplazados y que tuvieran la posibilidad de rehacer sus vidas en un ambiente democrático y de libertad de conciencia.

Fue la ocasión perfecta para Trujillo limpiar su nombre a nivel internacional, luego del estercolero en que cayó como consecuencia de la matanza de miles de haitianos en 1937; pero, además, como esa conferencia fue auspiciada por el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt, Trujillo tenía especial interés en que los Estados Unidos notara su altruismo y humanismo, porque le interesaba volver a tener el control de las aduanas de nuestro país, que se encontraba bajo la administración y control norteamericano desde 1907, y con la barbarie cometida en el 37 era muy difícil que eso sucediera, pues había minado su credibilidad y prestigio hacia el exterior. De modo que la causa de que nuestro país recibiera exiliados europeos no fue por humanismo, racismo o altruismo del sátrapa, sino de política internacional.

Una muestra de ello es que una vez que los principales diarios norteamericanos resaltaron la llegada de los exiliados republicanos españoles al país, iniciaron las trabas hacia la entrada de nuevos refugiados y cambió el trato de los que ya se encontraban establecidos en la  República Dominicana. El incidente del vapor Cuba que trajo hasta el antepuerto de Santo Domingo 600  refugiados españoles en julio de 1940 y no se le permitió desembarcar, alegando entre otras cosas, que el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) había violado las condiciones acordadas con el gobierno dominicano para la entrada al país de esos refugiados. Alegaba el gobierno dominicano que la mayoría no había trabajado agricultura, no tenían el visado ni la cantidad de los dólares requeridos para cubrir mínimamente las necesidades de alojamiento.

Decía el gobierno dominicano, que muchos de ellos tenían ideas políticas incompatibles con su condición de refugiados.

Influencia del exilio Republicano Español en la Sociedad DominicanaEn lo que tiene que ver con la condición de agricultores, es cierto, muy poca gente de las que llegaron al país en calidad de refugiados eran agricultores, más bien eran intelectuales, artistas, profesionales independientes, otros que trabajaron en el sector de servicios o industrial y muy pocos al sector agropecuario; otros fueron funcionarios del gobierno de la República Española o activistas políticos; sin embargo, cuando en 1938 el gobierno dominicano hizo el ofrecimiento, tanto en la conferencia de Evian, como en la hacienda Fundación, cuando Trujillo recibe al embajador de la  República Española en Washington, Fernando del Río, de recibir en el país hasta 100,000 refugiados, no se habló de condiciones. Previamente, la Junta Pro-refugiados Españoles en el país, para facilitar la inserción en suelo dominicano, había preparado un documento mediante el cual cada refugiado, al momento de su llegada, aceptaba ir a colonias agrícolas que prepararía el gobierno dominicano en las cuales tendrían tierras fértiles y casa habitable para cada familia y apoyo logístico, de modo que pudieran ganarse la vida allí y hacer un aporte al desarrollo del país en la agricultura, la ganadería, la pesca y la minería; y que posterior al éxito de los cultivos, se irían incorporando al sector industrial para la transformación esas materias primas en productos manufacturados.

Lo que si había puesto como condición el gobierno dominicano era el registro de los datos de cada refugiado, el visado y el pago de unos 50 dólares por cada uno al momento de entrar al país, pero esas condiciones fueron cambiadas repentinamente, lo que sorprendió a los que llegaron a bordo del Cuba y a los delegados del SERE encargados recibir a los refugiados en el puerto de Santo Domingo, pues el gobierno conocía las diferencias ideológicas de los vencidos en la guerra civil; en cambio, exigió más dinero por cada refugiado. Todo esto en contraste con el trato que le dio Trujillo a los 420 judíos que también vinieron como refugiados, a quienes entregó una gran cantidad de tierras fértiles, casas habitables con luz eléctrica y acueducto, así como 60 cabezas de ganado vacuno pura raza en la comunidad de Sosua, Puerto Plata.

La razón de la diferencia en el trato tiene que ver con que los Estados Unidos tenían un interés especial en la comunidad judía que huía de de la persecución nazi, pues el sector financiero norteamericano está dominado por judíos y ya dijimos que Trujillo quería que Estados Unidos lo viera como un colaborador de su causa, además de que los judíos carecían de vocación política definida; no así los republicanos españoles, que ya habían perdido la guerra, pero que en su inmensa mayoría eran de ideas izquierdistas. Una vez conseguido el objetivo en el plano de la política internacional, ya a Trujillo no le interesaba recibir refugiados de la guerra civil española, porque a lo interno del país seconvertirían en un estorbo para  su régimen despótico.

Los primeros refugiados que recibió el país llegaron por cuenta propia en los meses finales de 1938 y mediados de 1939, la mayoría de los cuales eran intelectuales y profesionalesm independientes. Los mismos se insertaron rápidamente en la sociedad dominicana de la época. El grueso del exilio republicano español llegaría entre noviembre de 1939 y julio de 1940 a través del SERE, la mayoría fueron instalados en las colonias agrícolas ya mencionadas, pero sin las condiciones mínimas para vivir en ellas, como se había comprometido el gobierno, agravándose aún más, porque, como ya se ha dicho, esta gente no tenía experiencia ni vocación agrícola y la fueron abandonando para ir a residir a las ciudades a ejercer profesiones u oficios más afines a sus competencias o reembarcarse hacia otros países del área, razón por la cual muchas de esas colonias no llenaron su cometido.

Unas 15 colonias agrícolas había para 1940, diseminadas por diferentes comunidades del país, a saber: Libertador en Dajabón, Juan de Herrera en San Juan de la Maguana, Pedro Sánchez en El Seibo, Villa Trujillo, Sabana de la Mar, La Cumbre en la Carretera Duarte, Medina en San Cristóbal, El Llano en la zona fronteriza, Constanza, Grupo la Vega, Grupo de Hato Mayor, Jarabacoa, Carretera Mella, Junumucú en La Vega, El Generalísimo en San Francisco de Macorís, entre otras.

Para el 1941 solo quedaban funcionando 3 colonias: Libertador en Dajabón, Juan de Herrera en San Juan y Pedro Sánchez en El Seibo; siendo esta última la que permaneció por más tiempo y la que logró dejar huellas en la comunidad de Pedro Sánchez, tanto en la agricultura como en la educación, gracias a los 20 maestros que en ella vivieron.

El período en que se marcharon del país más refugiados fue entre los últimos meses de 1940 y 1942; los que se quedaron en las ciudades, principalmente en Santo Domingo, Santiago, Puerto Plata, San Pedro de Macorís y La Vega, pasaron a ejercer sus profesiones u oficios como maestros, artistas, agentes comerciales, mecánicos, etc.

Notables fueron los aportes del exilio republicano español en nuestro país; empezando por la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la cual celebró en 1938 su IV Centenario de fundada, ocasión que aprovechó el gobierno dominicano, encabezado por su rector Julio Ortega Frier para su remozamiento, y la llegada de los refugiados españoles le cayó como anillo al dedo, pues incorporó a su cuerpo docente un gran número de profesores españoles, entre ellos figuras de renombre internacional, como Constancio Bernaldo de Quirós en el área de criminología; Vicente Llores Castillo, literatura; Javier Malagón Barceló, derecho e historia; Vicente Herrero Ayllón, sociología y ciencias políticas; Antonio Regalado González, gramática; Fernando Sains Ruiz, pedagogía; Laudelino Moreno, geografía; Amós Sabrás Gurrea, matemáticas; Luis Alaminos Peña, psicología de la educación; Antonio Román Durán, psicología; Malaquías Gil Arantegui, geografía, historia, pedagogía y literatura portuguesa; María Ugarte, historia, filosofía y letras; Francisco Rived, geología; José Almoina Mateos, profesor de la Escuela Diplomática; Luis Florén Lozano, archivero, arqueólogo y bibliotecólogo; Ricardo Martín Serra, química y encargado de los laboratorios de la Facultad de Farmacia; Julio García, encargado de deportes; Ramón Martorrell Otzet, director del Instituto Geográfico y Geológico; Aurelino Matilla Jimeno, del Instituto Geográfico y Geológico junto a Martorrell; Domingo Martínez Barrios, topógrafo del mismo instituto, entre otros.

Muchos de esos profesores crearon o colaboraron con publicaciones en la universidad, en el país y en el exterior. Dentro de ellas están: Anales de la Universidad de Santo Domingo, dirigida por Javier Malagón Barceló; Cuaderno Dominicanos de Cultura, Clio, Boletín del Archivo General de la Nación, Revista Jurídica Dominicana, etc. Bajo la coordinación de Luis Florén Lozano, reorganizaron la biblioteca de la universidad, animando a sus autoridades a aumentar los volúmenes existentes, dando mayor dinamismo a la vida universitaria e incentivando a la lectura a su estudiantado.

Además de la docencia, esos profesores iniciaron un programa de conferencias en la capital y diferentes ciudades del país, con diversos temas de interés como historia, literatura, política, economía, etc., que los dominicanos terminaron acogiendo con beneplácito y contaban con una asistencia masiva; todas eran transcritas y publicadas en revistas nacionales e internacionales. El programa de las conferencias a menudo traía al país intelectuales de la talla del gran jurista Luis Jiménez de Asúa, catedrático de la Universidad de Madrid y de la Universidad de la Plata en Argentina, y presidente de la comisión del Congreso de los Diputados que redactó la Constitución de 1931, quien participó varias veces; Luis Fernández Clérigo, antiguo presidente de las Cortes y asesor jurídico del Banco Hipotecario Español; Gabriel Franco, exministro de Hacienda y catedrático de la Universidad de Salamanca; Honorato de Castro, exdirector del Instituto Geográfico y catedrático de Geología de la Universidad de Madrid; José Antonio Aguirre, presidente del gobierno autónomo del País Vasco; Luis Pascua, embajador en París y Moscú durante la guerra civil; Jesús Vázquez Gayoso, profesor de la Universidad de Madrid, entre otros.

Fue reformada la Facultad de Filosofía de la Universidad dando un gran salto con la incorporación de los ya mencionados docentes españoles. Otra área reformada a la llegada de los docentes españoles fue la de cultura: la música, la pintura, escultura, la danza y el teatro, con la incorporación de Félix Gordillo, quien dio un gran impulsa al teatro no solo en la universidad, sino en el país, con la puesta en escena de numerosas obras de teatro.

Entre los artistas españoles que llegaron al país estaban: José Vela Zanetti, pintor y muralista; José Gausachs, pintor; Manolo Pascal, escultor; Eugenio Fernández Granell, pintor, escritor y músico; Alfonso Vila Shum, dibujante y pintor; Francisco Rivero Gil, dibujante y muralista; Joan Junyer, pintor y escultor; José Alloza, dibujante y cartelista; Ángel Botello, pintor; Enrique Casal Chapí, músico; Soleache, pintor y dibujante; Francisco Vázquez Díaz, escultor; Mateo Fernández de Soto, escultor; Miguel Marinas, pintor; Luis Soto, escultor; Antonio Prats Ventós, escultor y pintor; Guillermo Dorado, broncista; Oliva Viforcos y Miguel Anglada, fotógrafos; este último (Anglada) era matemático y llegó a ser Decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Santo Domingo.

Fue sumamente importante la incidencia que tuvieron los refugiados españoles en los campos de la educación y la cultura, pues bajo el auspicio de Rafael Díaz Niese como director general de Bellas Artes, aprovechando la presencia estos talentosos y prestigiosos artistas, fue fundada la Escuela Nacional de Bellas Artes, siendo su primer director el escultor Manolo Pascal, quien la presidiría hasta 1951, siendo sustituido por el gran pintor y muralista José Vela Zanetti. Formaron parte de su cuerpo docente muchos de los artistas mencionados en el párrafo anterior, quienes sin dudas le dieron un impulso extraordinario a la plástica y las bellas artes en nuestro país.

José Vela Zanetti es muy conocido en nuestro país, pues es el autor de los murales más importantes que se han pintado en la República Dominicana, como son los que se encuentran en varios edificios del Centro de Los Héroes, Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, en la cúpula de la

Iglesia de San Cristóbal, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la Basílica de Higüey, etc.; en el 1953 ganó el concurso para pintar el moral que queda en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, regresando al país en 1960, hasta 1981. Murió en Burgos, España en 1999.

José Gausachs es la figura de la plástica más importante y de mayor prestigio de los refugiados españoles. Llegó a Santo Domingo en 1939 y su primer trabajo fue como pintor de brocha gorda, hasta que fue localizado por el director de Bellas Artes, Rafael Díaz Niese y lo incorpora como profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes desde su fundación en 1942 y fue su director a partir de 1953 hasta su muerte en 1959. Su obra artística y labor docente lo convierten el gran maestro de la plástica dominicana y una de las figuras más influyentes del arte contemporáneo, de acuerdo al criterio de Jeannette Miller.

Al iniciar la década de los años 40, dentro del impulso dado a las bellas artes, fue creado el Conservatorio Nacional de Música y Declamación, en el cual tomaron participación como profesores, muchos refugiados españoles. Enrique Casal Chapí fue el fundador y primer director de la Orquesta Sinfónica Nacional en 1941.

Debemos hacer mención de doña María Ugarte, quien estudió Filosofía y Letras en la Universidad

Central de Madrid y se especializó en Ciencias Históricas. Se incorporó como profesora a la Universidad de Santo Domingo en 1940 y desarrolló una amplia labor en el ámbito cultural de nuestro país desde 1950, como periodista dedicada a la investigación y difusión de la cultura. Fue la primera mujer que ejerció el periodismo en nuestro país. Falleció en Santo Domingo en el año 2011.

 

La arquitectura también tuvo incidencia positiva de parte de los exiliados españoles, destacándose el catalán Tomás Auñón y el vallisoletano Joaquín Ortiz García, quienes desarrollaron una notable labor arquitectónica durante 6 años que duraron viviendo en nuestro país. Casas y edificios ubicados principalmente en el sector de Gazcue en Santo Domingo y en las montañas de Jarabacoa.

En el campo educativo, además de los profesores universitarios como ya hemos mencionado, muchos refugiados que no pudieron ingresar como profesores a la universidad, fueron incorporados a la educación básica, tanto en planteles públicos como privados, como fue el caso de Poncio Sabater y Amalia Quintana en el Colegio Santo Teresita. Fundaron varios centros educativos privados en Santo Domingo y en otras localidades del interior del país, destacándose el Instituto Colón y el Instituto Cervantes en La Romana, dirigido por el profesor Tiburcio Millán; Academia Presidente Trujillo, dirigida por profesor Miguel Arrendó; el Instituto Iberia en Santiago, fundado por José Rivero; el Colegio Duarte; el Instituto Escuela, fundado y dirigido por Guillermina Medrano de Supervía, fue para la época, la institución de educación básica de más prestigio que había en Santo Domingo, pues allí estudiaban los hijos de varios funcionarios y diplomáticos acreditados en el país, como el de los Estados Unidos. Aunque ya no está en función, todavía su edificación se encuentra en pie, pero medio abandonado.

En el aspecto político, si bien los refugiados españoles tuvieron libertad para mantenerse agrupados, incluso editaban varios periódicos que eran distribuidos entre ellos, sus actividades no eran compartidas con los dominicanos. Por un asunto de supervivencia colectiva, desde las agrupaciones políticas a las que pertenecían se tomó la decisión de no participar en actividades políticas a lo interno de la República Dominicana, planteando sus acciones en torno a su posible retorno a España cuando cayera el régimen de Franco.

Respecto a las actividades políticas de los dominicanos, los refugiados españoles se limitaron a lo sumo, a dar asesoría, pero a título personal como el caso de Justo Tur y Joan Junyer a los marxistas dominicanos; por supuesto, con la discrecionalidad que mandaba el momento en la férrea dictadura de Trujillo y la vigilancia de los agentes de inteligencia norteamericanos, por la política anticomunista desatada por los Estados Unidos, sobre todo, cuando ya era previsible el triunfo de los aliados sobre los nazis.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Trujillo no tenía ningún interés en mantener los refugiados españoles en el país e inició una masiva deportación, acusándolo de comunistas y mal agradecidos. De estas deportaciones solo se salvaron aquellos que desde un principio se desligaron de todas las actividades políticas desarrolladas entre los mismos refugiados, algunos que habían asumido cargos en el Estado Dominicano o los que habían contraído matrimonio con criollos.

La contribución del exilio republicano español en la sociedad dominicana pudo haber sido mucho mayor, si no hubiera sido por las trabas, el hostigamiento y finalmente las deportaciones a que fueron sometidos los refugiados por el régimen de Trujillo. A pesar de ello, es innegable el extraordinario aporte que hicieron a nuestro país en el campo de la educación, la cultura, las áreasde servicios y otras actividades en que se involucraron los refugiados del exilio republicano español en la República Dominicana.

El autor es abogado

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