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viernes , 19 abril , 2024

Espacios exclusivos para mujeres en Túnez: entre libertad y solidaridad

Natalia Román Morte

Túnez,  (EFE).- Los espacios exclusivos para mujeres empiezan a proliferar en Túnez como respuesta a lo que consideran una falta de libertad en el espacio público. Mientras que para algunas tunecinas se trata de una conquista feminista, otras temen que refuerce la separación de sexos contra la que tratan de luchar.

Amira Tlili, una joven de 26 años diplomada en moda y diseño, se lanzó hace apenas un mes al mundo empresarial con la cafetería «Barroque», un establecimiento de dos plantas exclusivamente para mujeres -el segundo en el país- situado en Ettadhamen, uno de los suburbios más superpoblados de la capital.

«Estamos en un barrio popular y que una mujer vaya a un café donde va a estar rodeada de hombres todavía no está aceptado. Además ella no va a sentirse cómoda por lo que hasta ahora no tenía ningún lugar donde poder ir», explica Tlili.

Aunque en un primer momento la planta baja estaba destinada a convertirse en una zona mixta, relata, la clientela femenina, principalmente jóvenes estudiantes, pidió que restringiera el acceso a los hombres.

De un estilo ecléptico, con la figura de Marylin Monroe omnipresente en cada rincón, «Barroque» frece el anonimato que tanto anhelan sus clientas. Como Wafa, vecina de la zona, para la que se ha convertido en un pequeño templo donde pasa su tiempo tras terminar la jornada laboral.

«No hay hombres observándote por lo que te sientes completamente libre», admite esta treinteañera, que escucha música junto a una amiga entre selfies y cigarrillos.

Si bien la ley castiga la discriminación basada en el género y ningún local impide la entrada a las mujeres, la mayoría confiesa evitar los cafés tradicionales, conocidos popularmente como «cafés de hombres», o acudir a aquellos lejos de su círculo familiar.

Para la socioantropóloga Maryam Sellami, aunque esta iniciativa es, a priori, «positiva», ya que ofrece un lugar a mujeres con menos recursos que no pueden alejarse de sus barrios, «refuerza las fronteras en beneficio de los hombres».

«Si las mujeres logran tener un espacio restringido, esto da la idea de que el resto del espacio pertenece a los hombres», plantea la autora de la obra «Del cuerpo mancillado al cuerpo sagrado».

Un estudio sobre la violencia de género en el espacio público, publicado en 2016 por el Centro de Estudios, Documentación e Información sobre la Mujer (CREDIF), evidencia esta desigualdad: mientras que el 72% de los hombres sale para ir al café, el 64% de las salidas de las mujeres son para hacer las compras o visitar a familiares.

Aunque su presencia nunca va a suscitar nada más allá de miradas indiscretas, sostiene Sellami, «las normas son tan apremiantes que ya no es necesario decirlas de manera abierta».

«Es una violencia simbólica y estructural que te da a entender que es su territorio, que no tienes derecho a estar ahí», subraya esta profesora universitaria.

El transporte público es otra batalla diaria para las tunecinas, escenario del 89% de los casos de acoso sexual según el estudio del CREDIF.

En un incipiente negocio de los vehículos de alquiler con chófer (VTC), la aplicación «Salem» ofrece el servicio «Ladies» (Señoras), coches conducidos por y para mujeres.

Un intento por adaptarse a la demanda, afirma esta startup, pero también para «romper con los estereotipos y cambiar las mentalidades».

Para ello se ha marcado como objetivo pasar de veinte a cincuenta conductoras en los próximos dos meses.

Marwa es una de ellas, decidió dejar su trabajo como empleada en una multinacional de productos cosméticos para dedicarse a su pasión: el volante.

Pero no se trata sólo de un servicio, señala, sino de una red de solidaridad.

«La clienta te habla de su vida, de sus hijos, de lo que ha cocinado hoy. Es como si fuera de la familia, no te hace sentir como una simple conductora. Además también acuden a nosotras para apoyarnos y ayudarnos a ganar dinero» , declara esta madre de dos hijos, que asegura haber logrado la conciliación familiar y laboral.

En el asiento trasero, Sawsen, directiva de una compañía extranjera y pasajera habitual, dice preferir que algunos espacios como el transporte sean exclusivos: «me siento más cómoda porque puedo hablar de todo y no importa cómo vaya vestida».

«Mi hija de cuatro años ha cogido cariño a las chicas. A veces le llevan a casa de sus abuelos cuando yo no puedo ir y luego me llaman para avisarme de que ha llegado bien. Es una confianza que no tengo ni con mi cuñada», bromea.

A pesar de todos los avances en materia de derechos de las mujeres que han convertido a Túnez es un ejemplo a seguir en la región, Sellami insiste: «la calle sigue siendo de ellos, para ellas es sólo un lugar de tránsito. Debemos normalizar nuestra presencia, unirnos y apoyarnos entre nosotras». EFE

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