Por Nelson Sosa M.
SANTO DOMINGO. Ser Maestro y trabajar con niños y jóvenes, y algunos adultos, es un tema que mucha gente pasa desapercibida y que otros optan por nunca asumir.
Ser Maestro por vocación, principios y convicción se ha convertido en un problema en el país.
Ser Maestro que ama lo que se hace o ser «soldado del magisterio», no es rentable dicen muchos. Y así es.
Un «maestro» solo trabajar y evaluar a los muchachos es cómodo y fácil. Un Maestro para ofrecer discurso o teorizar, imponer ideas o criterios, abundan por doquier.
Pero ser Maestro para generar aprendizajes, para amar y respetar los derechos de los demás, para orientar, crear niveles de conciencia, para fortalecer el espíritu y acompañar a los muchachos
en sus vidas para que se formen como buenos cristianos y mejores ciudadanos, están en el olvido.
Pero en fin, preocupa cuando el Maestro debe hablarle a los jóvenes de la responsabilidad y la seriedad que deben exhibir y por la cual deben vivir.
La seriedad no es en nuestro país un elemento fuerte. Esta en extinción. O ya se extinguió.
Se dice una cosa ahora y mañana otra.
Se dice que no hoy y mañana se dice que si.
Se dice que hay que hacer algo y mañana se hace otra cosa.
Se dice que hay que ser éticos fuera del poder, pero al llegar, se convierten en los peores.
Se pide paz y se enarbola, pero se da guerra.
Se pide aliento y optimismo, pero se da mucha intranquilidad.
Se pide sacrificio, pero no se hace ningún esfuerzo por los demás.
Se asegura que hay que transformar cosas desde el poder publico y que se va a servir a la Patria, que hay que evitar la corrupción, que es el momento de sacrificar a todos por el bien de la nación.
Pero…..
Se utiliza el poder para asegurar su futuro y presumir.
Solo sacrifica los demás y al vecino.
Se abren espacios a los antagonismo y las divisiones.
Se destruye a la Patria, la minan y desgarran por todas partes.
La gente de ingresos medianos en las instituciones publicas, adquieren a la vista de todos, propiedades millonarias.
En su caso la responsabilidad admite formas, estilos y variedades de grados. Por eso hoy, ser «irresponsable» forma parte de la cultura del pueblo dominicano impuesta por la clase política y empresarial del país y los hay de diferentes categorías.
1.-Hay irresponsables consigo mismo.
2.-Hay irresponsables con la familia.
3.-Hay irresponsables con la sociedad.
Y hay individuos o sujetos que pertenecen a las tres categorías.
Por ejemplo, minar la salud de un pueblo, para gastarse los dineros del estado en «francachelas», subordinar la integridad moral, la propia dignidad y honestidad, es irresponsabilidad consigo mismo.
Tener hijos sin la debida prudencia para educarlos y criarlos, ser padre o madre que descuida a sus hijos, despilfarrar el sueldo en bebentinas o juegos, es irresponsabilidad con la familia.
Aceptar funciones, cargos, corromper o sobornar, aceptar sobornos, o callar ante los reclamos del pueblo, creerse sujeto de derechos y no de deberes, engrandecerse a expensas de los demás, evadir o impone impuestos, es irresponsabilidad con la sociedad.
Usar el poder publico no para servir a la Patria sino para imponer y subyugar por mecanismos «legales», pero no legítimos, es irresponsabilidad con la sociedad.
A propósito, comienza el 2017.